Cortes de agua continuos, excesivas pérdidas en la red, tuberías obsoletas, riesgo de desabastecimiento, protestas, declaración de emergencia hídrica... La situación del agua en Fuerteventura es un desastre. Se han anunciado actuaciones a corto, medio y largo plazo que sumarían más de 238 millones de euros, pero que no llegan. Entre los proyectos anunciados está la construcción de tres nuevas desaladoras en el norte, centro y sur de la Isla. Mientras tanto, no se exploran otras vías.

El ingeniero Caros Soler, que trabajó en la Dirección General de Aguas del Gobierno de Canarias como ingeniero jefe de planificación desde 1985 hasta 2018 y descubrió la Fuente Santa en La Palma y el acuífero de Timanfaya, cree que hay otras alternativas que no redundan en el modelo actual.

Soler considera que en Fuerteventura también se puede aprovechar, desde la iniciativa pública, el agua subterránea. Apunta a que en la Isla no existe un acuífero sino tres, que se hallan bajo los malpaíses de Pozo Negro, La Oliva-Lajares y Bayuyo. Señala que ya se sabe desde hace 45 años que ahí se puede buscar agua.

Él mismo llegó a Fuerteventura en 1978 con el encargo de buscar agua para la agricultura. “Encontramos agua en Pozo Negro e hicimos un sondeo en el barranco de Ajuy”, dice. Se hicieron pozos particulares pero la iniciativa pública siguió con las desaladoras.

Entre la escorrentía y la infiltración, hace 45 años, el cálculo era que se podían aprovechar casi 10 hectómetros cúbicos de agua al año. Destaca este ingeniero que la extracción de agua subterránea en esta Isla no afecta en nada al medio ambiente. Este agua subterránea es un agua que se infiltra cada año, no es de reservas, y si no se extrae acaba en el mar, pero sin embargo “esos recursos no se están utilizando”. Curiosamente el Plan Hidrológico Insular reconoce esos recursos pero no planifica su uso porque considera que apenas hay infiltración y que no sería económicamente rentable.

De Pozo Negro se pueden obtener tres hectómetros al año, dice el experto

Soler no es de la misma opinión. Fuerteventura necesita, según datos del Consorcio, 11,8 hectómetros de producción al año para abastecer a la población, pero tiene que desalar 26,5 porque se pierde el 57 por ciento en la red, una cantidad “asombrosa”, según Soler, que dice que Fuerteventura, Lanzarote y El Hierro son las islas con mayor dependencia de la desalación, y son, a la vez, las tres que más pérdidas tienen, en las que el precio del agua es más caro y las que más cobran por subvención por agua producida, no por agua consumida.

Desalación

Soler señala que no es enemigo de la desalación: “Es la mejor solución cuando no hay otra, pero si hay otra, es la peor solución”. Además, no es necesaria en las siete islas aunque ya hay desaladoras en todas. “Me asombra que la Consejería de Transición Ecológica del Gobierno de Canarias no haya sacado ni un solo litro de agua de recursos en cuatro años, pero ha colocado doce desaladoras, y eso que lucha contra el cambio climático”, dice Soler.

La desalación presenta varios problemas. El coste: es cara por el gasto de implantación y por el de producción, que además depende de la energía. En el caso del agua subterránea solo está el coste de instalación, no hay gasto de producción. En segundo lugar: la contaminación. Contamina porque se desala con petróleo y por el vertido de salmuera que quema la fauna y la flora del litoral.

Soler propone, en cualquier caso, combinar la desalación con las aguas subterráneas. El primer paso sería reducir las pérdidas del 57 por ciento al 30. Solo con ese paso se ahorrarían ocho hectómetros cúbicos de agua al año, que son millones de euros. El segundo paso sería buscar cada año cuatro hectómetros cúbicos de agua en el subsuelo. Considera que de Pozo Negro se pueden obtener tres, que es solo uno de los tres malpaíses.

“En Canarias no somos expertos en desalación pero sí en construir balsas”

Esos cuatro hectómetros se podrían mezclar con 14 hectómetros procedentes de la desalación y obtener 18. La mezcla saldría con 0,5 gramos de sal, “una buena conductividad, válida para cualquier tipo de uso”.

Con esas dos actuaciones, según Soler, además se consigue rebajar el precio del agua en una cuarta parte y bajar la producción a la mitad, con la consiguiente rebaja del uso energético y la contaminación.

Después está la cuestión de cómo hacer que la desalación sea sostenible. En ese sentido, Soler apuesta por las energías renovables y por la construcción de un depósito que tenga una capacidad que triplique la producción diaria, que llegue a unos 216.000 metros cúbicos. “En Canarias no somos expertos en desalación –dice Soler–, somos expertos en comprar desaladoras, pero sí somos expertos en construir balsas”.