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Philip, el único residente haitiano de Fuerteventura

Curtido en la cooperación internacional, lidera un proyecto de ayuda a su país, uno de los más pobres

Eloy Vera 4 COMENTARIOS 29/10/2023 - 07:31

“El amor es capaz de todo”, asegura Philip Stines, un haitiano que, precisamente, por amor se mudó de Haití a Fuerteventura hace año y medio. Cuando el avión sobrevolaba territorio majorero, no sabía que, tras pisar su suelo, se convertiría en el primer haitiano residente en Fuerteventura. Curtido en la cooperación internacional y en el trabajo con la comunidad migrante haitiana residente en República Dominicana, espera poder seguir trabajando, desde la distancia, para sacar adelante Haití, un país sumido en el desgobierno, la inseguridad y el hambre.

Philip llegó en 2021 a Fuerteventura. Desde entonces, sigue al pie de la letra la agenda cultural. Se deja ver en conciertos, encuentros literarios, carnavales... Asegura que este verano no se ha dejado atrás ninguna fiesta patronal. En la dieta ha incorporado el gofio, bromea. “Ya me siento majorero”, dice entre risas.

Su historia arranca 39 años atrás, a 5.960 kilómetros de Fuerteventura. Nació en Delmas, un distrito de Ouest, en Puerto Príncipe. Creció en una familia de diez hermanos con unos padres dedicados a la docencia que, con el tiempo, llegaron a ser propietarios de un colegio. La situación laboral de sus progenitores le permitió tener una infancia con todas las necesidades básicas cubiertas en Haití, el octavo país con más hambre del mundo.

“Crecí en un ambiente propenso a la educación y al servicio social”, asegura antes de empezar a enumerar los estudios que tiene en su currículo: una formación superior en mecánica autodiésel, estudios de psicología educativa, comunicación, lo que le permitió algún tiempo ganarse la vida como locutor, e idiomas. Habla francés, inglés, español, se maneja con el italiano y desde que llegó a Fuerteventura cursa estudios de alemán.

Haití y República Dominicana forman una gran isla, la conocida como La Española, separadas por una frontera terrestre. Desde joven, Philip tenía curiosidad por saber qué había al otro lado de la frontera. “No quería limitarme a Haití como espacio geográfico donde habitar, sino abrirme a otros sitios”, explica. Cuando tuvo independencia económica, hizo las maletas y se fue a República Dominicana. Se encaprichó con la zona y decidió quedarse algún tiempo.

En República Dominicana se instruyó como locutor. La formación en comunicación le abrió las puertas de Radio Oriente, donde se convirtió en presentador del programa cultural Típicamente antillano, en la ciudad de San Pedro de Macorís. Durante todo ese tiempo fueron continuos sus viajes a Haití, pero también a otros lugares del Caribe y América Latina. Asimismo, visitó Canadá.

En uno de esos viajes a Haití le sorprendió el devastador terremoto de enero de 2010 que dejó Puerto Príncipe en ruinas y más de 130.000 muertos. Cuando tuvo la oportunidad, Philip no dudó en empezar a trabajar como voluntario haciendo las labores de traductor de los médicos que se desplazaban a la zona para atender a los heridos.

“Tras terminar el voluntariado, me senté conmigo mismo y empecé a observar que había mucha preocupación por reconstruir el país a nivel físico. Hubo mucho movimiento y muchas intervenciones para paliar el periodo de emergencia. Se preocupaban por aportar comida, ropa y medicamentos, pero me sorprendía que no había atención psicoemocional a las personas”, cuenta.

“Haití no estaba acostumbrada a ese tipo de desastres”, insiste. “Fue un choque tremendo donde muchos perdieron a sus seres queridos. Yo supe manejar la situación, pero hubo muchos que no”, explica. Entre ellos, dos de sus sobrinos. “Tras el terremoto, se traumatizaron. No querían entrar en edificios ni ir al colegio. Sus padres tuvieron que llevarlos a Estados Unidos para que recibieran ayuda psicosocial”, cuenta.

Sus sobrinos eran unos privilegiados a los que un visado les abría las puertas de Estados Unidos, pero en Haití quedaban miles de niños a los que el terremoto les había causado una herida emocional para la que no encontraban ayuda.

Philip estuvo un tiempo preguntándose cuántos niños había en Haití que habían sufrido el mismo choque que sus sobrinos, pero sin posibilidades de subirse a un avión y recibir ayuda psicológica. Fue ahí cuando empezó a darle vueltas a una idea que, tiempo después, se materializó en Sovoa Inter, una asociación sin ánimo de lucro que trabaja para mejorar las condiciones de vida y apoyar los derechos de la infancia en condiciones de vulnerabilidad y riesgo de exclusión social. En un primer momento, el trabajo del haitiano se centró en prestar ayuda psicosocial a niños y adolescentes. Más tarde, pondrían también el foco en proyectos de orientación sociocultural.

Poco a poco, el gremio de la cooperación fue enterándose del trabajo de Philip y se fueron sumando a la causa. En 2011, Philip viajó a República Dominicana y empezó a trabajar con ACNUR, la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados.

“Estuve en un proyecto de alfabetización a personas adultas que vivían en Los Bateyes, unas zonas de trabajadores de los ingenios de azúcar en los que vive una gran población de haitianos sin conocimientos del español”, comenta. Durante ese tiempo, contactó con españoles que trabajan como cooperantes en el lugar. Les habló de Sovoa Inter y empezaron a colaborar con la iniciativa.

Para Philip, “lo más generoso que me aporta la cooperación es la satisfacción de saber que ofrezco algo al desarrollo y al cambio de mi generación. Las generaciones anteriores han dejado ciertos legados y yo me siento comprometido con mi comunidad para aportar ideas y acciones. Creo que con pequeñas acciones se pueden hacer grandes cambios. Quiero que sea como muestra de agradecimiento por todo lo que he recibido de generaciones anteriores”.

Philip llegó en 2021 tras conocer a una majorera con la que acabó casándose

Haití arrastra una historia de dictaduras. François Duvalier se erigió como dictador vitalicio durante 20 años. Le sustituyó en el cargo su hijo. El país se vio envuelto en un régimen de terror al que la llegada de la democracia no fue capaz de aliviar. El terremoto de 2010 empeoró aún más la situación. El 7 de julio de 2021 el presidente, Jovenel Moïse, fue asesinado. Su muerte dejó Haití en medio de la agitación política. En la actualidad, más del 60 por ciento de Puerto Príncipe está controlado por bandas armadas, conocidas como gangas. Su población se enfrenta a una lucha contra el hambre. Casi la mitad de su población está en situación de hambre aguda, según el último informe del Programa Mundial de Alimentos.

Philip asegura que el día a día en Haití está marcado por “la inestabilidad e inseguridad”. “El país está inmerso en una atmósfera de inestabilidad política y socioeconómica. Hay mucho temor y zonas rojas e intransitables a menos que sea bajo ciertas condiciones que no son reglamentarias. Reina el sentimiento de inseguridad. Hay zonas controladas por bandas en las que se ha paralizado la actividad económica”, explica. Y apunta que “hay casos de asesinatos que son preocupantes, pero lo que más inquieta son los secuestros. Es un tema importado. En nuestra sociedad haitiana no existía esa práctica”.

La situación de inestabilidad ha hecho que Sovoa Inter se retire del terreno. “El último proyecto se extendió hasta inicios de 2020. Estaba centrado en la educación y la salud y, de manera trasversal, en proyectos culturales. La inestabilidad política ha paralizado el trabajo en el terreno. Sin embargo, las personas que estamos viviendo en el exterior continuamos trabajando en el plan estratégico para poder volver, desde que se pueda, al terreno. En estos momentos, no podemos desplazar a profesionales de la cooperación y voluntariado. La situación política nos limita las actividades en el campo”.

Metafísica

En 2020, el Covid consiguió cerrar las fronteras de medio mundo. Internet se convirtió en la única puerta con la que abrirse al mundo. Philip llevaba tiempo interesado en la metafísica. A través de Internet, supo de un grupo de afines a la metafísica y entró. Allí conoció a Ana, una majorera a la que, al principio, le unía el interés por la metafísica. Pronto, surgió la chispa entre los dos y, más allá de la metafísica, descubrieron que tenían otras muchas cosas en común.

En plena pandemia, la mujer viajó a República Dominicana para conocer a Philip. Un año después, se casaron. El Caribe fue escenario de una historia de amor que escribió un nuevo capítulo el día que Philip decidió mudarse a Fuerteventura. Cuando el avión sobrevolaba Fuerteventura, Philip solo veía un paisaje desértico. “Desde el avión parecía que no había vida. Pero después de aterrizar, descubrí la vida y la cercanía de su gente. Veo que hay cierta energía que te apega a la Isla”.

En Extranjería, le dijeron que era el primer haitiano que pedía la residencia

Cuando fue a Extranjería de la Policía Nacional, los agentes se sorprendieron. Era el primer haitiano, que ellos recordaran, que pedía residencia. “Soy el primer residente haitiano que se instala en Fuerteventura”, asegura. En España existe una diáspora de unos 500 haitianos. Cinco o seis en Gran Canaria. “Aquí estoy yo y mi hija, que llegó hace unos meses”, añade.

“Supone un gran desafío estar fuera del país y ser migrante, pero a la misma vez es una gran oportunidad que me obliga a implicarme a fondo en todo lo que tiene que ver con la vida en Fuerteventura”, explica este hombre que suma a su currículo la profesión de escritor. Es autor de títulos como El famoso discurso del silencio, donde se mezcla la realidad, la imaginación y “la luz”.

Philip se ha adaptado con facilidad a Fuerteventura y cada día se esfuerza por formar parte de sus costumbres. “He tenido la ventaja de haber vivido antes en un país hispano: República Dominicana. La cercanía con voluntarios de cooperación españoles, años atrás, me ha permitido tener ahora cierta facilidad de integración”, explica.

Consciente de que la economía majorera gira, en gran medida, en torno al turismo, Philip se esfuerza por formarse para trabajar en el sector. Se matriculó en un ciclo de Gestión de Alojamiento Turístico y en alemán. Ya ha hecho sus pinitos como recepcionista en hoteles.

Mientras tanto, sigue vinculado a Sovoa Inter y ya ha empezado a mantener encuentros con la Consejería de Cultura del Cabildo de Fuerteventura para ver cómo se pueden crear proyectos socioculturales entre Fuerteventura y Haití.

Durante los últimos tiempos, son frecuentes sus viajes a Madrid. “Con varios equipos diplomáticos, estamos haciendo un estudio sobre nuestra propia realidad social para ver qué otra salida posible se puede encontrar”, explica. Y añade que “la diáspora de un país tiene su responsabilidad en cuanto a sus aportes”. “En el caso de Haití, tiene que ser uno de los pilares y proyectores de luz para el camino hacia el desarrollo. La migración haitiana tiene la responsabilidad de aportar a nivel económico, pero también planteamientos estratégicos”, insiste.

Comentarios

Proyectos socioculturales con ... ¡ Haití, un país que absolutamente nada tiene que ver con Canarias y los canarios, además de constituir el mayor desastre de todas las Américas, en TODOS LOS CAMPOS! Quizá... ¿ procurando crear un chiringuito inútil más pagado con dinero público, en el que enchufar RICAMENTE a políticos, sus afines y amigos?
¿Y la noticia?
Bienvenido al paraiso, le habla una majorera con residencia en Reino Unido y con pareja Haitiana.Me alegra saber que ya hay otro haitiano.A pesar de que no vivimos alli.Nosotros viajamos mucho a la isla.Estaria bien contactar la proxima vez que estemos en la isla.
Ojala todos los que entren en la isla fueran así. No como el vecino cubano que no trabaja, Tol día tocándose los coj.... Y encima se dedica a vender cositas en el mercado negro, ya me entendéis, de esos hay muchos.

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