MEDIO AMBIENTE

La inmerecida mala fama del cuervo

Este animal se encuentra amenazado y, tras casi desaparecer, se está recuperando gracias a que se beneficia de las medidas de protección del guirre en Fuerteventura y Lanzarote

Rubén Montelongo 3 COMENTARIOS 04/05/2023 - 07:18

Catalogar a un animal como bueno o malo es darle una visión antropocéntrica, pues en la naturaleza no hay ni buenos ni malos, solo especies que luchan por su supervivencia. Desde tiempos ancestrales ha existido un miedo, por ejemplo, hacia los lobos, que se ha generalizado a través de cuentos y leyendas. Lo mismo sucede con el cuervo, un pájaro con muy mala reputación. La realidad es que en las Islas existe una subespecie endémica, cuya presencia conlleva beneficios para el medio ambiente y con una inteligencia que le lleva incluso a imitar sonidos humanos.

El geógrafo, naturalista y periodista ambiental César-Javier Palacios, residente en Fuerteventura desde hace 25 años, ha dedicado parte de su vida a la observación de este ejemplar endémico de las Islas. Este pasado mes de marzo dio una conferencia organizada por la asociación Desert Watch en la que derribó numerosos mitos acerca de una especie, el cuervo canario (corvus corax canariensis), sobre la que pesa una “leyenda negra”.

De entrada, el primer error común, sobre el color: “No todos los pájaros negros son cuervos. El mirlo es negro”, especifica Palacios. Y es que, los cuervos -córvidos- conforman una gran familia con 24 géneros diferentes y unas 120 especies en todo el mundo. Contando todas las subespecies, Canarias “es su límite en el sur”, indica el naturalista. Al sur del Archipiélago no se ven estos animales. En las Islas, “esa endemicidad es más interesante”, añade.

Para César-Javier Palacios, el éxito del cuervo, lo que le ha ayudado a llegar a “todas partes”, es que se trata de una especie “muy social”. “Ahí está su fuerza”, añade. Según explica el experto, los cuervos son capaces de reconocerse, se “individualizan”. “Siempre me imagino que dicen: ‘mira a Pepito, dónde va’”, ironiza. Además, el propio periodista ambiental, que ha pasado años estudiando a estas aves, ha observado su comportamiento y cómo es la relación entre los cuervos. “Algunos se llevan bien con unos, mal con otros y algunos no se llevan bien con ninguno y se quedan apartados. Tienen su propia personalidad y aceptan jerarquías”, explica.

Las relaciones entre los cuervos son “sólidas y de largo recorrido”, resalta Palacios. De hecho, las parejas son prácticamente de por vida. Pese a que son sociedades complejas, su comportamiento se podría resumir en que las parejas están adscritas a un territorio, que es lo que les une, y los miembros de la pareja se reconocen, al igual que el lugar donde tienen que comer. “Incluso cuando han terminado de criar siguen estando más o menos juntos”, relata el experto.

Una de las peculiaridades del cuervo es que su crianza es de las más largas de las aves. Están mucho tiempo con los pollos, no solo alimentándoles sino también enseñándoles. Los cuervos también tienen una cultura “importante”, en el sentido de “todo aquello” que aprenden “de los demás, como las costumbres y maneras de hacer las cosas”, que se enseñan en el grupo. “Hay aves que pueden cantar sin haber escuchado nunca a nadie en su especie, pero necesitan escuchar a otros para aprender a cantar bien, y aprenden según están escuchando a otros, eso es cultura”, dice el naturalista.

Dentro de esa cultura se incluyen comportamientos sociales, como que se despiojan, se acarician y se miman entre ellos. Aunque no todo es positivo, también “se espantan o se picotean, te das cuenta de que tienen mala leche”, agrega Palacios.

Perseguidos

Pese a ser un animal que está en peligro, históricamente el cuervo ha sido una especie perseguida. Así lo demuestran actas antiguas del Cabildo de Fuerteventura. En una fechada en 1773 y “entendiendo el daño que causan los cuervos”, se exigía a cada vecino que trajera “cuatro cabezas de cuervo en cada mano en todo el mes de agosto”. Es decir, tenían que matar ocho cada uno y, si no se cumplía, había multa. Además, no valía con decirlo. “Para que no vinieran con las cabezas del vecino e ir entregando las de otra persona, cuando llevaban las cabezas le cortaban el pico, para que no pasaran la prueba dos veces”, explica el periodista ambiental.

Los cuervos han sido animales perseguidos en Fuerteventura desde el siglo XVI

En aquella época, Fuerteventura sufría hambrunas que obligaban a la gente a emigrar y la Isla se quedó prácticamente vacía, porque no había agua ni alimento. Palacios dice que “el problema no era el cuervo, sino que no había comida, ni para el cuervo ni para nadie, pero al que le tocó el sambenito fue al pobre cuervo”.

Un siglo antes, en 1662, otra acta del Cabildo majorero recoge que por la cantidad de cuervos que hay y “el daño que hacen a los animales por estar flacos”, se mandó a cada vecino traer seis cabezas en cuatro meses. Los cuervos, prosigue Palacios, “son malos malísimos”, según la forma de pensar de aquella época, “pero hablamos de los siglos XVI y XVII”. No puede ser, agrega, que sea “una leyenda negra que el Cabildo sigue manteniendo en el siglo XXI, de lo más disparatado que he visto en mi vida”.

Palacios recuerda que, en octubre de 2016, Águeda Montelongo, entonces diputada por Fuerteventura, llevó la supuesta “plaga de cuervos” al Parlamento de Canarias y exigió soluciones inmediatas al Gobierno, tras haber conseguido que el Cabildo insular, donde también era consejera, aprobara una iniciativa en la que se instaba a adoptar medidas contra estos animales y que se redujera su grado de protección, para poder así poner en marcha acciones de eliminación.

De hecho, la iniciativa mencionaba una “proliferación de cuervos que arrasan cosechas y matan animales”, haciéndose eco de la denuncia de algunos ganaderos. “Se habló entonces de ataques indiscriminados de comunidades enteras de cuervos a cosechas de sandías y melones, así como la matanza de baifos. Esa afirmación, en el pleno de un Cabildo, como mínimo da la risa”, expone Palacios.

Pero la pregunta es: ¿Con qué datos científicos contaban para hacer estas afirmaciones? El periodista ambiental tiene la respuesta: “La opinión de dos o tres ganaderos que les habían mandado mensajes por WhatsApp. En concreto, Águeda Montelongo puso en el pleno, para convencerlos de que esto era real, un audio de un ganadero chillando y llorando”.

César-Javier Palacios. Foto: Adriel Perdomo.

Seguimiento

César-Javier Palacios participó en un estudio, con una estimación de los daños masivos que supuestamente estaban produciendo tanto el cuervo como el aguililla en el sector primario. De entrada, la mayoría de ganaderos desconocía que había ayudas para compensar las pérdidas por el ganado y ninguno la había solicitado o tenía seguro. “Ninguno de los que decían que el cuervo les había arruinado había presentado denuncia”, añade. Un trabajo que se hizo para el estudio fue el de vigilancia del ganado entre los meses de enero y junio. Unos naturalistas se quedaban con un telescopio observando delante del corral para detectar los supuestos ataques y, “tras 45 días de jornada de campo, de sol a sol, no se vio ninguno”, afirma Palacios.

La Consejería de Medio Ambiente del Gobierno de Canarias también recogió datos a lo largo de tres años. Visitaron 163 explotaciones ganaderas para comprobar aquellos daños que se atribuían al cuervo. Se trató de un estudio sobre el 97 por ciento de todas las granjas profesionales que había, en concreto, de aquellas que tuvieran más de 25 cabezas de ganado. En esos años se identificaron seis ataques, por lo que el informe concluye que el número de incidentes registrados es “muy limitado”.

La población del cuervo en la Maxorata es de unas 100 parejas, según un estudio

Que los cuervos pueden causar algún daño, en mayor o menor medida, es innegable, y es por esto que el naturalista propone medidas para limitar o eliminar esos pocos ataques que ocurren. Una de ellas es la estabulación del ganado en época de cría. “Las cabras tienen que parir en condiciones normales, no como las he visto parir en Fuerteventura. Las pobres están en las montañas, solas y enriscadas”, indica.

Otra solución que aporta es el control veterinario en los partos, para evitar la mortalidad perinatal. Además, algo que se está realizando de manera experimental en la Isla es adiestrar a perros para espantar a los cuervos. “Si tú tienes un corral y te entran allí los cuervos es muy fácil adiestrar a un perro para que salga corriendo cuando los vea. Para eso están los perros ganaderos”, insiste. Según Palacios, con esto, “tendríamos solucionada una parte” importante de la posible afección de los cuervos al ganado.

¿Cuántos hay? En la actualidad, la cantidad de corvus corax canariensis es escasa, apenas unas 400 parejas en todo el archipiélago. En 2014 se hizo un estudio genético del cuervo canario y la conclusión que se sacó es “muy interesante”, señala el naturalista. Los de La Palma son “los más puros”, los que poseen mayor riqueza genética. Los cuervos herreños eran más afines a los de La Gomera y los de Fuerteventura y Lanzarote son los más parecidos entre sí, pues “son la misma población, van yendo y viniendo”, explica Palacios, quien añade que también éstos tienen semejanza con los de Gran Canaria.

Pese a la poca cantidad de esta especie, se está recuperando en los últimos años. En 2009, el cuervo se podía ver en la cumbre y la zona menos humanizada de Gran Canaria. En La Palma solo en la Caldera de Taburiente y alguno en la costa. En La Gomera tan solo en la parte sur de la Isla. Por su parte, en Tenerife, en Teno y una pareja, o ninguna, en Anaga, “cuando antes era habitual verlos en las cañadas del Teide”, explica Palacios.

Tras la citada iniciativa en el Cabildo de Fuerteventura en 2016, se hizo un censo en la Maxorata para conocer con precisión la población de cuervo, sin tener en cuenta las crías. Estos datos reflejan que la población es de unas 100 parejas, pero no todas crían y existe una especie de población flotante. En Lanzarote se estima que hay medio centenar de parejas, unas 13 en Gran Canaria, unas 18 en Tenerife y un centenar en El Hierro.

Paraguas biológico

Uno de los mayores problemas a los que se enfrentaba el cuervo era el veneno para gatos. Sin embargo, este peligro se encuentra más controlado. “Todos estos productos han de tener un registro, no se pueden guardar en casa, y eso ha permitido que se reduzca mucho este problema”, explica Palacios. También es cierto que este cambio “no ha sido solo porque queramos proteger al cuervo”, señala el naturalista, quien aclara que, curiosamente, si alguien ha podido salvar la vida al cuervo “ha sido el guirre”, pues tanto en Fuerteventura como en Lanzarote hace ya varias décadas que se han puesto en marcha proyectos para ayudar a este animal, que “comparte muchos problemas” con el corvus corax canariensis. Ambos morían por el veneno, por choques contra tendidos eléctricos y por la falta de comida o la escasez de fuentes predecibles de alimentación.

Por ello, destaca Palacios, “desde que les hemos puesto comederos, les hemos quitado y aislado los tendidos eléctricos y le quitamos el veneno, hemos conseguido que haya más guirres, pero también se han beneficiado los cuervos”, expone. A este fenómeno se le llama “paraguas biológico”. Por ejemplo, “cuando proteges al oso en la comunidad cantábrica, no solo lo estás protegiendo a él, sino también a su hábitat y todas las especies con la que guardan dependencia, incluso hasta esa vida más desconocida, de bacterias o líquenes, se puede aprovechar de algo tan grande como puede ser un oso”, explica el naturalista. Esta es, según César-Javier Palacios, la razón por la que el cuervo se está recuperando en las dos islas orientales.

En Gran Canaria no hay guirres, pero su influencia ha permitido que muchos de esos tendidos se vayan adaptando y, además, la presencia de veneno ha disminuido, acentúa. También destaca que la gente en las Islas ya no dispara y, por todos estos factores, “el cuervo se está, por fin, recuperando”, explica el periodista ambiental. Precisamente, esta recuperación es positiva debido a lo que se conoce como servicios ecosistémicos. En el caso de los cuervos, al ser carroñeros, se alimentan de animales muertos. De esta manera, evitan la propagación de enfermedades y plagas. Esto conlleva a que realice una importante labor de limpieza en el campo pues, sin estas especies, habría que recoger los animales muertos e incinerarlos. “Eso supondría el gasto energético, en España, de unas 9.000 casas, casi 200.000 toneladas de CO2”, explica Palacios.

Otra de las funciones que realizan los córvidos es la de ser “plantadores de bosques”, porque colonizan y plantan semillas donde antes no había. Un ejemplo claro es la Caldera de Taburiente en La Palma: “¿Cómo ha llegado una semilla de cedro a 2.000 metros de altitud? Pues un cuervo se comió esa semilla, la tragó y cuando la expulsa ha podido recorrer un centenar de kilómetros y esto hace que el bosque se vaya extendiendo”. Gracias al cuervo puede cambiar la geografía de un lugar, algo que Palacios define como “increíble”.

“PRIMATES CON ALAS”

Dada su inteligencia, y que son sociales y oportunistas, a los cuervos se les llama los “primates con alas”. Tal es su picaresca que en Betancuria, en zonas donde estos animales ya se han acostumbrado a los turistas, son alimentados por los visitantes y lo que hacen es llenarse el buche y salir volando para enterrarlo, en lo que podría considerarse una especie de despensa. Luego vuelven para pedirles más. Se trata de un comportamiento que han desarrollado para tener comida en el futuro, pero “involuntariamente están contribuyendo a la expansión de los bosques”, afirma Palacios.

Comentarios

La inmerecida mala fama del cuervo y la inexplicable fama de Cesar Javier Palacios.
Pobres cuervos. En los parlamentos y cabildos hay aves mas peligrosas.
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