SOCIEDAD

Domingo Saavedra, el molinero de La Asomada

El molinero más famoso de Fuerteventura sigue trabajando en la fabricación de una réplica de la molina donde desarrolló su profesión desde los 14 años

Fotos: Felipe de la Cruz.
M.J. Lahora 0 COMENTARIOS 21/03/2018 - 07:39

El que fuera el molinero más conocido de Fuerteventura, Domingo Saavedra, no sabe lo que es estar inactivo. A sus 91 años continúa trabajando en la construcción de su propia molina y muele gofio para consumo doméstico con una máquina casera fabricada por él mismo.

Tiene todas las herramientas en su casa de La Asomada que le permiten realizar todo tipo de trabajos y reparaciones. Asegura que son “los chiquillos”, refiriéndose a sus hijos ya jubilados, los que lo mantienen ocupado en más de una labor que realiza con agrado. Así, continúa realizando sus propias máquinas domésticas con pasión y arreglando todo lo que le llevan.

Cuenta también con un horno de leña realizado por él mismo, entre otras numerosas muestras que evidencian el ingenio del que ha sido reconocido en más de un medio de comunicación y por el que sigue siendo requerido en la Isla para otros trabajos dignos de una carrera de ingeniería.

Le gusta llevar su vida ordenada en un diario donde se da muestra de su trabajo meticuloso. Desde los 14 años ha sido molinero, aunque con nostalgia comenta que nunca “cazó” a su padre “en la ciencia de picar la piedra”.

Ha montado casi todas las máquinas de moler de Fuerteventura y arreglado otras tantas. Nació y creció en la molina de La Asomada, y recuerda que no se podía estar quieto nunca a pesar de que en el año 1951 tuvo que abandonar esta profesión.

Aún así, le propusieron años más tarde arreglar la molina por encargo del Cabildo de Fuerteventura y fue gracias al trabajo de Domingo Saavedra que pudo volver a moler gofio.

Experto en la materia, asegura que “la mejor piedra para moler es la de Lajares”, de la que embarcó en varias ocasiones para Las Palmas de Gran Canaria. Siguió la herencia familiar también, y era como el resto de los molineros, Saavedra demandado allá donde fuera para picar la piedra. Su récord ha estado establecido en la molienda de 120 kilos por hora con la máquina de la Vega del Río Palma.

Uno de sus proyectos más delicados a los que dedica gran parte del día es la recreación de la molina de La Asomada en sus terrenos, donde ha querido recrear todos los detalles de la maquinaria donde él trabajó y que ahora mismo es más bien expositiva, aunque en un futuro espera que pueda llegar a dar sus frutos una vez la culminen y así moler trigo, cebada o maíz, e incluso garbanzos, de los que dice que antiguamente “sólo se los podían permitir los ricos”.

Sobre esta legumbre recuerda la anécdota del fundador de la Caja de Ahorros, Manuel Medina, que todos los años le traía media fanega de garbanzos para poder desayunar a diario harina gofio.

Las molinas de la época de la profesión de Domingo eran también centros de reunión de los vecinos hasta altas horas de la madrugada. La vida se desarrollaba en torno a estas máquinas y la molienda se pagaba en ocasiones en huevos, que equivalían a la moneda en curso y cuando no había dinero para devolver, se hacían vales. “Antes se exportaba gofio y ahora se importa”, recuerda con tristeza.

Aprendió de su padre y ha sido también maestro de molineros, ciencia que, sin embargo, no ha podido traspasar a sus propios hijos, que se han dedicado a otras profesiones. Ahora suma 11 nietos y cinco biznietos. Siempre contando con el apoyo de su mujer que ha tenido también que trabajar duro para sacar adelante toda una vida en común y a su familia.

En la casa de La Asomada cuenta con un gran espacio para estos encuentros familiares en los que destaca un mural con recortes de prensa sobre su trayectoria profesional e instantáneas de todos los tiempos. Así, menciona orgulloso que por su casa han pasado diarios autonómicos y hasta la televisión nacional.

Desde la fecha en la que cerró la molina de La Asomada se dedicó a otras profesiones hasta que regresó al oficio con la instalación de varias máquinas a lo largo de la Isla, por lo que se declara un entendido en la piedra para moler.

Habla del pasado con una memoria que le aguanta “de forma formidable”, aunque dice que para otras cosas no tiene tanto recuerdo, por lo que lleva un diario con todas las acciones que realiza a lo largo del día, en el incluso apunta cada una de las papas que cosecha.

Pero sin duda alguna no le hace falta recurrir a la agenda para recordar a todos los compañeros de generación que aún se encuentran como él en activo. Una prolífera y experimentada vida en la que a pesar de haber sido intervenido quirúrgicamente en ocho ocasiones sigue sin querer coger un bastón, ni apoyarse a la baranda para subir las escaleras. Es una forma más de obligar a su cuerpo a mantenerse en forma por muchos años más.

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