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Soriano, el otro confinado a la sombra de Unamuno

El político y periodista participó junto a Pablo Neruda en la evacuación de cientos de represaliados españoles a Chile

Eloy Vera 7 COMENTARIOS 27/04/2024 - 08:29

Durante años, el historiador Elías Rodríguez se preguntó quién era Rodrigo Soriano, al que los libros y la prensa se referían únicamente como el acompañante de Miguel de Unamuno durante su confinamiento en Fuerteventura de marzo a julio de 1924. Un día llegaron a sus manos varias bolsas con artículos y documentos del puño del propio Soriano. Los leyó y estudió hasta que pudo empezar a recomponer la biografía de este político republicano, periodista y escritor. Poco a poco, Soriano empezaba a dejar de estar a la sombra de Unamuno.

Elías preguntaba sobre Soriano y todos le respondían que no era importante. Él siempre contestaba que sí debía serlo cuando fue confinado a la Isla. En un momento dado, el catedrático de Lengua Española de la Universidad de la Laguna y director de la Cátedra Cultural Miguel de Unamuno, Marcial Morera, le encargó dar una charla sobre el político. Al principio, se mostró reticente, pero al final le pudo la curiosidad y empezó a rastrear en libros e Internet en busca de datos de Soriano, el otro confinado al que la dictadura de Primo de Rivera había empujado a Fuerteventura hace justo cien años.

En medio de la investigación, Elías contactó con Dolores Soriano Martí, que vivía en Chile. La mujer le hizo llegar un copioso material con artículos, cartas y documentos de su padre.

Mientras Elías intentaba ordenar el material y empezaba a dar forma a la biografía de Soriano, el historiador Yeray Estévez escuchaba a su familia hablar de Elías y de la investigación que estaba llevando a cabo en torno al acompañante de Unamuno. Yeray no sabía nada de Soriano, pero le interesaba todo el periodo de la dictadura de Primo de Rivera. Un día Elías y Yeray coincidieron en un restaurante y, tras un tiempo de charla, pactaron un intercambio de material.

Elías le metió el gusanillo de la figura de Soriano a Yeray y los dos se adentraron en la vida de un personaje olvidado por la historiografía. Tras fallecer Elías, Yeray recogió el testigo y continuó la investigación siempre con la ayuda de Hannelore von der Twer, la pareja de Elías que no dudó, desde el principio, en seguir abriéndole las puertas del archivo personal de su marido.

Tras muchas horas envuelto en papeles y libros, Yeray ha podido reconstruir la biografía de este político y periodista. La vida de Soriano arranca en San Sebastián en septiembre de 1868 en el seno de una familia afín a la cultura. Su padre, Benito Soriano Murillo y Alsina, llegó a ser director del Museo del Prado. Rodrigo estudia Derecho, pero la vocación la encuentra en el periodismo, una profesión que alterna como diputado del Congreso.

Tras años escribiendo en periódicos, participa en la fundación de Vida Nueva, una revista literaria dirigida por el dramaturgo Eusebio Blasco que representa el espíritu de la Generación del 98. En la publicación colaboran Unamuno, Galdós, Maeztu y Azorín y se dan a conocer textos de jóvenes autores como Juan Ramón Jiménez o Valle Inclán.

Tras un tiempo en Vida Nueva, se muda a Valencia donde comienza a colaborar en El Pueblo, dirigido por Blasco Ibáñez con el que entra también en los cenáculos políticos, ingresando más tarde en las filas de Fusión Republicana, un partido de carácter federal.

Soriano plasmó una visión más realista y menos poética de la Isla que Unamuno

La relación con Blasco Ibáñez no llega a buen puerto y acaban enfrentándose a duelo en 1903. Las discrepancias con el escritor no le hacen dejar de lado la política. En esos años es elegido diputado por Valencia en varias ocasiones y, a partir de 1910, por Madrid, militando siempre en partidos de la oposición de carácter republicano federal y, en ocasiones, coaligados con socialistas o catalanistas.

Yeray explica cómo Soriano, desde su escaño y con un tono beligerante y de agitación, critica “las corruptelas del sistema caciquil de la Restauración, destacando su oposición a la Ley de Jurisdicciones de 1906 o la defensa de la inocencia de Ferrer y Guardia tras los acontecimientos de la Semana Trágica de 1909”.

A lo largo de su vida, Soriano fue ganándose enemigos. Entre ellos el general Miguel Primo de Rivera. Antes del golpe de estado de 1923, Soriano ya había tenido un encontronazo con él llegando a retarse en duelo por una discusión con un familiar del militar.

Tras el golpe de estado y la llegada de la dictadura de Primo de Rivera, Soriano se ve obligado a aparcar su carrera política. Empieza, entonces, una crítica feroz contra el régimen militar. Desde el atril del Ateneo de Madrid lanza, en 1923 y 1924, discursos incendiarios contra el militar. En ellos, explica el historiador, “exigirá depurar responsabilidades sobre el desastre de Annual de 1921 llegando, incluso, hasta la figura del propio monarca Alfonso XIII. Acusa a Primo de Rivera de no investigar sobre el tema”.

También lanza una cruzada contra el general por asuntos personales como su relación amorosa con La Caoba, una mujer que acaba en la cárcel implicada en temas de narcotráfico y proxenetismo y a la que “Primo de Rivera, de forma arbitraria, saca de prisión”.

A los dos días de pronunciar su último discurso, el 17 de febrero de 1924, cierran el Ateneo y lo destierran a Fuerteventura. En su intervención, vuelve a plantear las responsabilidades de Alfonso XIII en el Annual y a tratar el tema de La Caoba. “Soriano solía decir que su exilio a Fuerteventura fue, en gran parte, por lo que dijo de La Caoba, pero creo que también tuvo que ver con la demanda de que se investigara todo lo que pasó en el África colonial española”, apunta Estévez.

El 10 de marzo de 1924 Unamuno y Soriano desembarcan del velero La Palma, en Puerto Cabras. Se alojan en el Hotel Fuerteventura, una fonda ubicada a escasos metros de la iglesia.

De su estancia en la Isla escasea la información. Posiblemente, Soriano realiza alguna excursión por el interior de la Isla junto a Unamuno, Castañeyra y el resto de amigos majoreros. Se conserva una foto de los dos confinados a lomos de un camello en el interior de la Isla y también pudo haber participado en alguna de las tertulias que, al caer la tarde, se organizaban en la casa de los Castañeyra. 

“Convive con la misma gente que Unamuno, pero no se lleva bien con el escritor”, comenta Yeray. Las rencillas venían de muy atrás. Hacia 1903, explica el investigador, “hay rumores de que Soriano puso artículos de Unamuno sin firmar en un periódico del que era editor. Era un tipo con mucho genio, que se relacionaba con la intelectualidad de la época, pero, a la vez, mantenía fuertes conflictos con ellos. Fue amigo y colaborador político de Vicente Blasco Ibáñez, incluso, llegaron a tener un periódico, pero acabaron retándose a duelo. Tampoco se llevaba bien con Maeztu y Pio Baroja”.

Soriano y el Plebiscito

Años antes de pisar Fuerteventura, Rodrigo Soriano había tenido contacto con un majorero, Manuel Velázquez Cabrera, el padre de los cabildos. Ambos coincidieron en una cafetería de Madrid. Allí, Velázquez consiguió arrancar el compromiso de Soriano para apoyar su Plebiscito de las Islas Menores.

Frente a la imagen poética que Unamuno traslada de Fuerteventura en su diario de confinamiento De Fuerteventura a París y en sus artículos de prensa, Soriano plasma una visión “más realista y pragmática que la de Unamuno, pero a la vez, menos amable”, sostiene el historiador.

Vitrina donde se expone la obra de Soriano.

Escribió en varias cabeceras de periódicos y llegó a ser diputado en el Congreso

En sus artículos describe Fuerteventura como “una isla negruzca, fatídica” y a Puerto Cabras como “un pueblucho moruno, desvencijado y sucio pueblo marroquí, de humildes y sórdidos casuchos”. En cambio, sí tiene halagos hacia los majoreros a los que llega a definir como la gente “más cordial, educada y respetuosa que conocí en mi vida”. Durante los meses que permanece en la Isla, se interesa por diversos episodios de la historia de Fuerteventura. Posiblemente, ampliara sus conocimientos en la biblioteca de los Castañeyra, que debió ser una de las más importantes de la Isla en aquellos años. Allí pudo leer los escritos de Viera y Clavijo y de Chil y Naranjo.

Soriano, incluso, llegó a novelar un hecho real que sucedió en Fuerteventura en el siglo XVI, una cacería que organizaron los señores de la Isla para intentar frenar la plaga de burros salvajes. El suceso es relatado ya por Viera y Clavijo en el siglo XVIII. Yeray cuenta que Soriano tiene “un relato, con dos versiones, titulado la ‘Burromaquia’. Es un texto muy irónico en el que dice que los señores de la Isla, que eran descendientes de los reconquistadores de la Península, al llegar a Fuerteventura se aburrían por lo que necesitarían organizar una guerra y la hicieron contra los burros de la Isla porque no tenían con quienes batallar. El relato demuestra conocimientos de Fuerteventura”.

El 9 de julio Soriano y Unamuno consiguen salir de Fuerteventura a bordo del velero L’Aiglon. Con la llegada de la Segunda República, el periodista regresa al Congreso como diputado independiente formando parte de un grupo heterogéneo de personajes apodados, por su beligerancia e incontinencia verbal, “los jabalís”. Entre ellos, figuraban el anarquista Eduardo Barriobero y el hermano menor de Franco, el aviador Ramón Franco.

“Soriano quiso ir a Rusia como embajador. Tenía simpatía por la Unión Soviética, a pesar de no ser comunista ni socialista, pero el presidente de la República, Manuel Azaña, se lo denegó. Será otro presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora quien lo envíe a Chile”, cuenta el historiador.

Desde Chile Soriano participa, junto al poeta Pablo Neruda, en la evacuación, a bordo del Winnipeg, de cientos de represaliados españoles que habían cruzado la frontera para refugiarse en Francia huyendo de la Guerra Civil. “En este episodio, siempre se nombra a Neruda, pero no a Soriano que también participó”, señala Estévez.

Fuerteventura vive inmersa estos meses en la celebración del centenario de la llegada de Miguel de Unamuno a la Isla. Poco se habla en ellos de Soriano. “La imagen que traslada de Fuerteventura no es bonita y creo que ese es uno de los motivos por los que se recuerda menos a Soriano que a Unamuno. También es cierto que es un personaje menos popular que el escritor bilbaíno”, apunta Estévez.

A juicio del investigador, “estamos ante un personaje incómodo que nunca llegó a integrarse en un partido político. No era conservador, ni monárquico. Era republicano, pero no socialista. Se movió por varios partidos republicanos, pero nunca estuvo muy integrado en ninguno por lo que no hubo un grupo que lo pudiera reivindicar”.

De izquierda a derecha, Castañeyra, Unamuno y Soriano. Fondo fotográfico del Cabildo de Fuerteventura

Yeray Estévez lamenta que este personaje haya sido olvidado por la historiografía

Yeray Estévez celebra que, tras su remodelación, la Casa Museo Miguel de Unamuno cuente con un espacio dedicado a Soriano donde se muestra parte del material cedido por él y por la viuda de Elías Rodríguez como parte de una exposición comisariada por la historiadora Inma de Armas.

En una de sus vitrinas se muestra un ejemplar de España bajo el sable, un libro donde denuncia a la monarquía, la iglesia y el poder que los militares tienen en el país. También aporta algunos textos sobre su estancia en Fuerteventura y cuenta anécdotas como la de que se puso un pasquín en la puerta del Cabildo con un anuncio sobre la llegada de un profesor para hablar de la cría del conejo, como alternativa económica, pero pasó una cabra y se comió el papel.

“Estoy de acuerdo en que se debería recordar en Fuerteventura, pero no tenemos mayor obligación moral que la ciudad de San Sebastián, de donde era oriundo, o Valencia. Tampoco estamos más obligados a recordarle que la historiografía de la Segunda República por la labor diplomática que hizo en Chile. En general es un personaje olvidado en la historiografía de todos los lugares”, lamenta Estévez.

Rodrigo Soriano fallece en Chile en 1944 sin haber podido regresar a España  a la que aún le esperaban muchos años antes de recuperar la democracia.

Comentarios

Gran satisfacción por todo pero en el recuérdo siempre del amigo Elias D.E.P. Gracia a su mujer Hannelore...
A Unamuno les da igual ..... Les gusta a la lugareños las lumis , asaderos cervezas de color verde y las toallitas en cualquier parte de la isla. Eso sí tirar hierros oxidados por todas partes......
Ya está el que no tiene hijos xq no se puede quedar embarazado deja de difamar.a los del diario de Fuerteventura tanto que os gusta censurar por qué no censuras al toallitas culo roto
Se sintió ofendido, por algo será. La verdad, a veces, duele.
Ofendido de que si no tienes ni idea ni de historia ni de nada y de Fuerteventura menos aún aver quien te da de comer[...]
Señor Corralejo aprenda a escribir primero segundo no me da de comer doy de comer y tercero dejé de excusar la verdad
Jajajajaja qué aprenda aque los guiris que hacen asaderos fiestas y de más también son majoreros no culpes sin saber nada boca chancla nos vemos en el tostón

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